sábado, 14 de noviembre de 2015

CRUZAN SIN VERSOS BALAS
In memoriam, París, 13 noviembre de 2015

Cruzan sin versos balas
sin nombres, dioses ni dueños,
van surcando y segando almas,
suena el acordeón a cementerio.

En el silencio la noche sangra
lo que no pudieron decir los verbos.
Callan mis hermanos de suelo
al toque de las lenguas de navajas.

Llora la tierra en Francia,
llora la Tierra en pechos,
llora la tierra y clama
Dios gritando a su cielo.

Piensan los de arriba: inocentes
de esta sangre que se nos clava.
Piensan los de arriba de Occidente
que se disparan solas las armas.

Ignoran, no saben, que el que mata
fue alguna vez pisado y siente
el odio por dentro pidiendo venganza.

Se escudan gritando democracia
bien vestidos entre la gente
sin ser a ellos a los que apartan.

Nunca son responsables de nada,
aunque siempre anden quemando presentes
en el altar de las artimañas.

Golpearán sus pechos sin alma
pidiendo justicia e, inertes,
seguirán dividiendo a las razas.

Hablarán de judíos, mahatmas,
moros, cristianos, infieles,
unos más bajos, otras más altas.

Seguiremos dibujando mapas
para el odio que nos puede,
cada vez que nuestro dedo señala
a otro por ser diferente.

Nos haremos la carne capas
diciendo qué hicimos si este
mal no es propio de nuestra casa,
no es propio de burgueses.
Y seguiremos vendiendo cegueras caras
por no querer ver que el que hiere
herido está y manipulado por castas
que en los despachos sus barrigas tienden.

Hermanos del mundo que a balas
creáis fronteras, pueblos y jefes:
si es amor lo que en vuestro ser os falta,
no lo busquéis matando a mi gente.

Hermanos que gobernáis al mundo sin ganas:
Dejad ya, por favor, de llenar las teles,
hablad más de pan, bajad más a las plazas,
a ver si, al fin, humanos, ustedes, entienden.

Hermanos que pobláis las casas
donde vive la buena gente:
dejemos de hablar de razas
y hagamos más de puentes.

Hermanos de Oriencidente,
dejad ya de mataros con facas,
dejad de jugar a desquererse,
plantad en el jardín las armas.

Y tú, acordeón, a tu música suave,
que eleve nuestro espíritu a la luz.
Toca, acordeón, tu música que sabe
que cada otro, a quien rece,

soy casi yo, y eres, casi, casi tú.